Nota curiosa 3:
Confieso que la mayor parte del tiempo mi propio silencio me resulta agobiante, como si el aire vacío me comprimiera. Por eso lidio con el silencio poblándolo de voces que llenan todo mi departamento. Tengo algunos programas de radio -podcasts- favoritos que escucho con una avidez que raya en la ridiculez. Desde que abro los ojos, escucho programas grabados de gente que habla sobre gente muerta, que hace chistes rebuscados y análisis impensables de películas viejas con las que crecí. Escucho de todo. Análisis políticos, la agenda internacional de Estados Unidos, la política doméstica de España, mucha crítica de cine, relatos de miedo, tertulias sobre temas extravagantes, tertulias sobre temas no tan extravagantes, en fin, de todo. Pero mis favoritos son esos programas donde la gente se ríe, cuenta anécdotas graciosas o se burla sobre los temas que van saliendo sobre la marcha, conversaciones casi improvisadas. Entonces me río yo también. Confieso que últimamente me dedico a escuchar una y otra vez, los mismos y los mismos y los mismos programas, repetidos, los que más gracia me hacen, para seguirme riendo. En realidad es reírme sola de los mismos chistes que escucho una y otra vez, pero ese es mi placer. Así me acompaño las comidas, hago los quehaceres, continúo con las burdas rutinas de ejercicio, me pinto las uñas e incluso hasta miro la tele, así, acompañada con gente que envió su voz al espacio y a la que yo meto en mi casa.