Sobre los modos en los que sobrellevo/disfruto mi soledad

Nota curiosa 3:

Confieso que la mayor parte del tiempo mi propio silencio me resulta agobiante, como si el aire vacío me comprimiera. Por eso lidio con el silencio poblándolo de voces que llenan todo mi departamento. Tengo algunos programas de radio -podcasts- favoritos que escucho con una avidez que raya en la ridiculez. Desde que abro los ojos, escucho programas grabados de gente que habla sobre gente muerta, que hace chistes rebuscados y análisis impensables de películas viejas con las que crecí. Escucho de todo. Análisis políticos, la agenda internacional de Estados Unidos, la política doméstica de España, mucha crítica de cine, relatos de miedo, tertulias sobre temas extravagantes, tertulias sobre temas no tan extravagantes, en fin, de todo. Pero mis favoritos son esos programas donde la gente se ríe, cuenta anécdotas graciosas o se burla sobre los temas que van saliendo sobre la marcha, conversaciones casi improvisadas. Entonces me río yo también. Confieso que últimamente me dedico a escuchar una y otra vez, los mismos y los mismos y los mismos programas, repetidos, los que más gracia me hacen, para seguirme riendo. En realidad es reírme sola de los mismos chistes que escucho una y otra vez, pero ese es mi placer. Así me acompaño las comidas, hago los quehaceres, continúo con las burdas rutinas de ejercicio, me pinto las uñas e incluso hasta miro la tele, así, acompañada con gente que envió su voz al espacio y a la que yo meto en mi casa.

Sobre los modos en los que sobrellevo/disfruto mi soledad

Nota curiosa 2:

Confieso que cuando bajo la basura al deposito comunal, espío la basura ajena brevemente. La verdad es que un par de veces he encontrado cosas interesantes. Una vez hallé una silla diminuta de plástico roja que cuando la vi no supe exactamente qué hacer con ella, tenía un borde del espaldar roto. La tengo debajo de mi escritorio para alzar los pies mientras escribo. Otra vez encontré una maceta negra de barro que me recordó una planta que teníamos en casa, colgando en el patio trasero cuando era niña. Estaba bastante despostillada pero la subí de todos modos. La coloqué en el armarito de la entrada, allí tiro las llaves cuando llego a casa y antes de salir siempre meto mi mano y a veces tengo la sensación de que encontraré algo más aparte de las llaves. En otra ocasión descubrí un cartón lleno de fotos recortadas de revistas dominicales, todavía no sé qué hacer con él, pero tampoco tuve corazón para dejarlo en la basura. Sospecho que un día de estos descubriré mi propia basura y la subiré por pena.

Sobre los modos en los que sobrellevo/disfruto mi soledad

Nota curiosa 1:

Confieso que espío la cocina de mis vecinos cuando empieza a caer la noche. Me tardo en prender las luces para tener la ridícula libertad de asomarme entre las persianas sin ser vista y contemplar esos cuartos cálidos, amarillos, acogedores. Rincones íntimos y confortables donde la gente se reúne al acabar el día. Miro las cantinas de agua hervir, adivino los olores de los platos que se sirven, admiro las manos que preparan alimentos, a veces las ventanas se empañan y entonces imagino las conversaciones que se condensan dentro: preguntas infantiles, quejas del trabajo, risas estruendosas, chismes familiares, confesiones de amor. Palabras, comodidad, libertad. Tengo una especie de voyerismo familiar o alimenticio, no lo sé.