Mis vecinos los rockoleros

Resulta que tengo unos vecinos que amenizan su jornada de trabajo con la música más triste que pueda existir. Justo junto a mi pared, al lado de mi ventana, todos los días de ocho a cinco suenan los acordes más melancólicos de la música rockolera, baladas de antaño, pasillos sangrantes e himnos dolorosos varios.

Hay días en que no me percato de aquello, pero desde hace un tiempo, no puedo evitar poner atención a las melodías cada vez más lacrimógenas que se cuelan en mi casa. Si el día esta soleado y alegre, los versos sobre amores no correspondidos, despedidas forzadas e hijos ingratos me atosigan hasta el delirio de la nostalgia, echando a perder el buen clima. Y los días nublados y lluviosos, la melancolía de la música me gana sin ningún esfuerzo y se acomoda en mi cuarto de trabajo recordándome lo infeliz e inútil que es la existencia humana.

Hay momentos en los que puedo sobrellevar los acordes de mejor manera, puedo ignorarlos amablemente mientras los tapo con mi propia música en un acto de buena vecindad urbanística; sin embargo, cada vez son más los momentos en que abandono mis oídos al deleite de esa música que me acongoja completamente el alma. Así es cómo termino paralizada, con el corazón encogido pensando en las tristezas tantas, de todos los que habitamos en este mundo.